miércoles, 4 de diciembre de 2019

HACIA UN DERECHO DESHUMANIZADO




Hasta ahora hemos considerado el derecho como un producto de la sociedad humana. El primer capítulo de este libro se llama el animal jurídico porque los humanos se impusieron a las demás especies animales gracias a su rico lenguaje y a su poderoso sentido social, dado que somos los únicos seres vivos capaces de convivir en grandes grupos colectivos. El extraordinario progreso de los humanos como especie se basa en que el homo sapiens es el único animal que tiene la capacidad de conectar entre sí a un grupo elevado de individuos. Gracias a que somos capaces de compartir narrativas ficticias como una sociedad anónima, un estado o una nación, pero también a que hemos desarrollado un método avanzado de resolver nuestras disputas: el derecho, gracias al cual evitamos que un conflicto pueda degenerar en guerra. A eso dedicamos nuestro segundo capítulo, en el que dejamos claro que no puede haber sociedad sin derecho. La sociabilidad es la base de la superioridad humana, y el derecho el instrumento indispensable para que esta capacidad organizativa perdure. Los griegos son la base de la cultura occidental, pero esta habría desaparecido de no haber sido por el derecho romano. En última instancia pues es gracias al derecho que el homo sapiens ha conquistado el planeta.

Llegados a este punto sin embargo es necesario advertir que en el siglo XXI esta premisa básica de que el derecho es cosa de humanos se está tambaleando. Por tres motivos. Primero porque hoy se discute cada vez más que el ser humano sea más importante que el planeta. Segundo porque no está claro que los animales deban ser considerados seres inferiores al hombre. Y, tercero, porque la ciencia está en vías de crear seres mucho más operativos que los humanos, lo que entraña el peligro de que el homo sapiens se convierta en una especie inferior, subalterna en el mejor de los casos, irrelevante en el peor.

 Es crucial en definitiva saber si el hombre seguirá siendo o no el objeto prioritario del derecho. Porque la naturaleza y los animales se conviertan en intereses prioritarios de la protección jurídica, o porque las máquinas, robots y computadoras al desempeñar cada vez más las funciones que antes estaban exclusivamente reservadas a los hombres pueden acabar sustituyéndolos. Y en estas condiciones no resulta descabellado pensar que llegue el día en el que el derecho no tenga como objeto prioritario proteger a los seres humanos, sino a otros intereses superiores.

Es lo que vemos en las tres entradas siguientes: El planeta Primero, Animales jurídicos y El derecho en la era de Frankenstein