Un hospital improvisado en Estados Unidos durante la "Gripe española" (1918)
Esperando que ninguno de vosotros se haya topado con el dichoso virus procedente de la China del socialismo de mercado, me gustaría incitaros a que aprovechéis este enclaustramiento por decreto para reflexionar sobre la fragilidad de nuestro sistema de vida. Nos creemos en la cima de la civilización y un virus innegablemente contagioso, pero mucho menos mortífero que la gripe ordinaria, ha puesto nuestro mundo patas arriba y la economía contra las cuerdas, recordándonos que no somos gran cosa, materialmente hablando. Gran argumento a favor de potenciar el desarrollo intelectual y la dimensión espiritual de la vida humana.
Pero primero, a lo práctico, que no en vano sois hijas e hijos de vuestro tiempo.
Por lo que se refiere a las clases, mientras no puedan ser presenciales, os seguiré dando instrucciones a través de este blog. Como he venido haciendo desde el principio. En un rato os "colgaré" la entrada correspondiente a la "Teaching Guide nº 7".
Y en cuanto al examen, en principio se mantiene, ya que el cierre preventivo en principio se acaba precisamente el 26 de marzo. (¡Os juro que no tengo nada que ver!)
En caso de que la autoridad prolongase la prohibición de las clases presenciales, se retrasaría hasta que estas se reanudasen. Os mantendré al corriente.
Mientras tanto seguid trabajando las entradas y las "Teaching guides" y leyendo los dos libros que os quedan "La capital" de Robert Menasse y "Sumisión" de Michel Houellebeq. Recordad que de vuestro rendimiento literario dependerá una parte importante de la nota final.
Para que os deis cuenta de lo importante que es la literatura para comprender nuestra realidad, os voy a traer a colación un texto del siglo XIX donde se describe la sensación de lo que era una epidemia, lo que hoy se llama pandemia. Os recuerdo que las grandes epidemias eran muy mortíferas. La peste negra que asoló Europa entre 1347 y 1353 se llevó al otro barrio a la mitad de la población.
Pintura medieval sobre la Peste negra
Y en Florencia, fue aún peor ya que solo sobrevivió un quinto de sus habitantes. Lo que le dió a Bocaccio para escribir su inmortal Decamerón (1353), una serie de cuentos que se inventan unos jóvenes huidos de la capital de la Toscana para escapar de la peste.
La peste negra en Florencia según el grabador Marcello (1483-1548)
François René de Chateaubriand (1768-1848), uno de los mejores escritores franceses de todos los tiempos, nos describe la epidemia de Cólera morbo que presenció en París en 1832. Una epidemia que tuvo brotes sucesivos y que solo en España, a lo largo del siglo XIX, se llevó por delante a unas 800.000 personas. Lo cual no es nada si tenemos en cuenta que la epidemia llamada "Gripe española" que estalla en 1918 en un solo año mató a varias decenas de millones de personas, por lo que es considerada la pandemia más mortífera de la historia.
La gripe española de 1918. La pandemia más mortífera de la historia
Si os traigo a colación a Chateaubriand es por su visión de la enfermedad. Porque como buen romántico se lamenta de que la epidemia no estallase en una época donde la religión era lo que daba sentido a la vida, en vez de propagarse en una época prosaica como la que le había tocado vivir. Os incito a leer el contraste entre las dos reacciones de la gente, en dos épocas diversas, con dos visiones del mundo totalmente diferentes. Y luego os pediría que comparéis con la histeria desatada por el Corona virus, que es una ñoñez comparado con la Peste negra, el Cólera morbo o la Gripe española. Porque solo debe su gravedad extrema a la angustia que provoca el que se haya hecho viral en las redes sociales. Poderoso enemigo es internet. Os deseo sin embargo que no os afecte y que dentro de unas pocas semanas el tema se reconduzca y se abandone esta impresentable histeria colectiva.
Pero leamos a Chateaubriand y cómo enfrenta dos actitudes distintas en una magistral descripción en la que se resume espléndidamente la banalidad de la época moderna, donde prevalece lo material frente a lo espiritual, lo que para él era inasumible. Disfrutad de esta versión libre que he hecho del original francés.
“ Si esta plaga hubiese caído en medio de nosotros en un siglo religioso, habría dejado un cuadro espectacular, acentuado por la poesía de las costumbres y creencias populares. Imaginaos un paño mortuorio flotando a modo de bandera en lo más alto de las torres de Notre Dame, y a intervalos, cañonazos solitarios que advierten al viajero imprudente que debe alejarse. Un cordón de tropas cerca la ciudad sin dejar salir ni entrar a nadie. Las iglesias atestadas por una multitud que gime sollozante. Los sacerdotes día y noche recitan salmos y oraciones en una agonía perpetua, mientras el viático con la extremaunción va de casa en casa acompañado de velas y campanillas, las campanas hacen oír sin cesar su tañido fúnebre y los frailes en las plazas, crucifijo en mano, incitan al pueblo a la penitencia, predicando la cólera y el juicio de Dios evidenciados en los cadáveres ya ennegrecidos por el fuego del infierno.
El arzobispo, rodeado de su clero, y cada párroco seguido por sus feligreses, atraviesan calles vacías con todas las tiendas cerradas, para sacar la urna de Santa Genoveva (Patrona de Paris), y pasear las santas reliquias alrededor de la ciudad, precedidos por una interminable procesión integrada por diversas órdenes religiosas, gremios y cofradías, congregaciones de penitentes, mujeres cubiertas con velos, miembros de la universidad y de los hospicios, soldados sin armas o con las picas apuntando al suelo. Mientras el Miserere entonado por los sacerdotes se mezcla con los cánticos de doncellas y niños. Todos, cuando se les indica, se prosternan silenciosos para volver a levantarse de nuevo y proferir nuevos lamentos.
Hoy en cambio no hay nada de eso. El cólera nos ha llegado en un siglo de filantropía, de incredulidad, de periódicos y de administración. Este azote sin imaginación, no ha encontrado ni antiguos claustros, ni religiosos, ni bóvedas, ni tumbas góticas. Se ha paseado con aire burlón, en pleno día, por un mundo completamente nuevo, acompañado de un boletín en el que se describen los remedios empleados contra él, el número de víctimas que ha provocado, la precauciones que deben tomarse para evitar el contagio, lo que conviene comer y qué clase de indumentaria debe usarse preventivamente. Por lo demás todo el mundo hace vida normal y los espectáculos están llenos. He visto a borrachos sentados en la puerta de la taberna bebiendo sobre una mesita de madera y levantando su copa diciendo en voz alta: “A tu salud, ¡(Cólera) Morbo!” Y Morbo, agradecido, acudía al llamamiento y caían muertos bajo la mesa.“
François René de Chateaubriand "Le choléra" en Mémoires d’Outre tombe . Tomo II, 4, XXXV, 15.
"El triunfo de la Muerte". Brueghel el Viejo (1562)