1. Situándonos en el tiempo
Aquí estamos dispuestos a aprender historia. La Historia lidia con los acontecimientos del pasado. La pregunta obligada es: ¿para qué nos sirve conocer el pasado?
El pasado es importante porque nos permite comprender el presente. Lo que ocurre hoy es consecuencia de lo que ocurrió ayer. Y cómo se desarrolle el futuro depende en muy gran medida de cómo se desarrolla el presente.
La realidad humana presente es un lío monumental porque todo se transforma a toda velocidad sin que a nuestra inteligencia, acostumbrada a manejar conceptos estáticos, le dé tiempo a comprender lo que nos pasa. El pasado, en cambio, es invariable. Se presta pues mejor a nuestra comprensión. De hecho, al estudiarlo descubrimos algunas claves esenciales para comprender el presente. Para eso “sirve” la Historia, como destaca Yuval Noah Harari en el texto siguiente:
"EL TRABAJO DE HISTORIADOR
En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder. En teoría, cualquiera puede intervenir en el debate acerca del futuro de la humanidad, pero es muy difícil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de que se produce un debate, o de cuáles son las cuestiones clave. Somos miles de millones las personas que apenas podemos permitirnos el lujo de indagar en estos asuntos, porque tenemos cosas más acuciantes que hacer: ir a trabajar, cuidar de los niños u ocuparnos e unos padres ya ancianos. Lamentablemente, la historia no hace concesiones. Si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni ellos ni nosotros nos libraremos de las consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quien dijo que la historia era justa?
Como historiador, no puedo proporcionar a la gente comida ni ropa, pero si intentar ofrecer cierta claridad, y de este modo contribuir a nivelar el terreno del juego global. Si esto empodera aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate sobre el futuro de nuestra especie, habré hecho mi trabajo".
Y. N. Harari (2018) 21 lecciones para el siglo XXI Barcelona: Penguin Random House. p. 11.
La Historia pues no solo sirve para pasar un buen rato ya que las historias del pasado son muy entretenidas y muchas de ellas apasionantes. Y eso es otro aliciente para estudiar historia. Porque la realidad siempre sobrepasa la ficción. La Historia es indispensable para comprender nuestra civilización. De hecho su conocimiento es lo que nos convierte en seres civilizados, como pone de relieve José Ortega y Gasset en el texto siguiente:
PRIMITIVISMO E HISTORIA
“Civilización avanzada es una y misma cosa con problemas arduos. De aquí que cuanto mayor sea el progreso, más en peligro está. La vida es cada vez mejor, pero, bien entendido, cada vez más complicada. Claro es que al complicarse los problemas se van perfeccionando también los medios para resolverlos. Pero es menester que cada nueva generación se haga dueña de esos medios adelantados.
Entre estos —por concretar un poco— hay uno perogrullescamente unido al avance de una civilización, que es tener mucho pasado a su espalda, mucha experiencia; en suma: “historia”. El saber histórico es una técnica de primer orden para conservar y continuar una civilización provecta. No porque dé soluciones positivas al nuevo cariz de los conflictos vitales —la vida es siempre diferente de lo que fue—, sino porque evita cometer errores ingenuos de otros tiempos. Pero si usted, encima de ser viejo, y, por lo tanto, de que su vida empieza a ser difícil, ha perdido la memoria del pasado, no aprovecha usted su experiencia, entonces todo son desventajas. Pues yo creo que ésta es la situación de Europa. Las gentes más cultas de hoy padecen una ignorancia histórica increíble. Yo sostengo que hoy sabe el europeo dirigente mucha menos historia que el hombre del siglo XVII, y aún del XVIII. Aquel saber histórico de las minorías gobernantes —gobernantes sensu lato— hizo posible el avance prodigioso del siglo XIX. Su política está pensada —por el XVIII— precisamente para evitar los errores de todas las políticas antiguas, está ideada precisamente para evitar los errores de todas las políticas antiguas, está ideada en vista de esos errores y resume en su sustancia la más larga experiencia. Pero ya el siglo XIX comenzó a perder cultura histórica, a pesar de que en su transcurso los especialistas la hicieron avanzar muchísimo como ciencia. A este abandono no se deben en buena parte sus peculiares errores, que hoy gravitan sobre nosotros. En su último tercio se inició —aún subterráneamente— la involución, el retroceso a la barbarie, esto es, a la ingenuidad y primitivismo de quien no tiene u olvida su pasado (…).
Quien aspire verdaderamente a crear una nueva realidad social o política necesita preocuparse ante todo de que estos humildísimos lugares comunes de la experiencia histórica queden invalidados por la situación que él suscita. Por mi parte, reservaré la calificación de genial para el político que apenas comience a operar comiencen a volverse locos los profesores de Historia de los institutos, en vista de que todas las leyes de su ciencia resultan caducadas, interrumpidas y hechas cisco.
Sería todo muy fácil si con un no mondo y lirondo aniquilásemos el pasado. Pero el pasado es por esencia revenant. Si se le echa, vuelve, vuelve irremediablemente. Por eso su única auténtica separación es no echarlo. Contar con él. Comportarse en vista de él para sortearlo, para evitarlo. En suma, vivir a la altura de los tiempos, con hiperestésica conciencia de la coyuntura histórica.
El pasado tiene razón, la suya. Si no se le da esa que tiene, volverá para reclamarla y, de paso, a imponer la que no tiene (…).
Europa no tiene remisión si su destino no es puesto en manos de gentes verdaderamente contemporáneas que sientan bajo sí palpitar todo el subsuelo histórico, que conozcan la altitud presente de la vida y repugnen todo gesto arcaico y silvestre. Necesitamos de la historia íntegra para ver si logramos escapar de ella, no recaer en ella.”
José ORTEGA Y GASSET (2007) La rebelión de las masas, primera edición, Madrid: Revista de Occidente, 1930; edición manejada, 42ª, Madrid: Espasa Calpe, págs. 123-124.
2. La cronología.
Estudiar historia tiene de entrada un pequeño inconveniente. Hay que situarse en el tiempo y para ello es preciso recurrir a la CRONOLOGÍA. Os cuento esto porque os voy a pedir que os “familiaricéis” con algunas fechas. Con objeto de que os podáis situar en el tiempo. Y ello con el objetivo sencillo de que sepáis qué acontecimiento ocurrió antes y cual después. Pues la concatenación de los hechos nos ofrece claves importantes para entender el presente.
Lo primero sin embargo es “situarnos” en el tiempo. Así que os pido que os familiaricéis con algunas fechas. En el Aula virtual tenéis varias cronologías, y cada semana en este blog os iré indicando las que os tenéis que aprender para el examen. Las de esta semana son las siguientes:
ALGUNAS FECHAS
4.500 millones a.C. Formación del planeta Tierra
3.800 millones a.C. Aparición de los organismos. Inicio de la biología
4 millones a. C. Primeros homínidos
500.000 a. C. Los neandertales aparecen por evolución en Europa y Oriente Próximo.
200.000 a.C. Aparece por evolución Homo sapiens en África oriental.
70.000 a.C. La revolución cognitiva. Aparición del lenguaje ficticio. Inicio de la historia. Los sapiens se extienden fuera de África.
3. Un ser más en el Planeta
Esta semana simplemente quiero que situéis a los humanos en la historia del Planeta Tierra, al hilo de una sencilla reflexión: ¿Por qué la especie humana domina la Tierra? ¿Por qué una especie que empieza como un animal más, acaba convirtiéndose en el dueño de todo lo que existe en el mundo, en detrimento de las demás especies animales y vegetales y de los recursos del Planeta que hoy desperdiciamos de forma tan alarmante?
Hoy los sapiens somos 8.000 millones de personas en el Planeta, y vivimos en un planeta superpoblado. Hasta el punto de que según los ecologistas nos estamos cargando el Medioambiente.
Charles Darwin (1809-1882) revolucionó la historia biológica al desarrollar la teoría del evolucionismo. Desde su perspectiva los seres humanos no son creados por Dios a su imagen y semejanza. Son unos seres que han evolucionado de otros seres vivos. La vida surgiría tras la formación de la Tierra y poco a poco fueron diversificándose las distintas especies, hasta que aparecen los homínidos hace unos 4 millones de años, aproximadamente.
El Sapiens es el último eslabón en la cadena evolutiva de los homínidos, como pone de relieve Y. N. Harari en el texto siguiente:
“DIVERSAS ESPECIES DE HOMÍNIDOS
Estamos acostumbrados a pensar en nosotros como la única especie humana que hay, porque durante los últimos 10.000 años nuestra especie ha sido, efectivamente, la única especie humana de estos pagos. Pero el significado real de la palabra humano es «un animal que pertenece al género Homo», y hubo otras muchas especies de este género además de Homo sapiens.
Los humanos evolucionaron por primera vez en África oriental hace unos 2,5 millones de años, a partir de un género anterior de simios llamado Australopithecus, que significa «simio austral». Hace unos dos millones de años, algunos de estos hombres y mujeres arcaicos dejaron su tierra natal para desplazarse a través de extensas áreas del norte de África, Europa y Asia e instalarse en ellas. Puesto que la supervivencia en los bosques nevados de Europa septentrional requería rasgos diferentes que los necesarios para permanecer vivo en las vaporosas junglas de Indonesia, las poblaciones humanas evolucionaron en direcciones diferentes. El resultado fueron varias especies distintas, a cada una de las cuales los científicos han asignado un pomposo nombre en latín.
Los humanos en Europa y Asia occidental evolucionaron en Homo Neanderthalensis («hombre del valle del Neander»), a los que de manera popular se hace referencia simplemente como «neandertales». Los neandertales, más corpulentos y musculosos que nosotros, sapiens, estaban bien adaptados al clima frío de la Eurasia occidental de la época de las glaciaciones.
Mientras estos humanos evolucionaban en Europa y Asia, la evolución en África oriental no se detuvo. La cuna de la humanidad continuó formando numerosas especies nuevas, como Homo Rudolfensis, «hombre del lago Rodolfo», Homo Ergaster, «hombre trabajador», y finalmente nuestra propia especie, a la que de manera inmodesta bautizamos como Homo Sapiens, «hombre sabio».
Es una falacia común considerar que estas especies se disponen en una línea de descendencia directa: H. Ergaster engendró a H. Erectus, este a los neandertales, y los neandertales evolucionaron y dieron origen a nosotros. Este modelo lineal da la impresión equivocada de que en cualquier momento dado solo un tipo de humano habitaba en la Tierra, y que todas las especies anteriores eran simplemente modelos más antiguos de nosotros. Lo cierto es que desde hace unos 2 millones de años hasta hace aproximadamente 10.000 años, el mundo fue el hogar, a la vez, de varias especies humanas. `[...] La Tierra de hace cien milenios fue hollada por al menos seis especies diferentes de hombres".
Yuval Noah HARARI (2018) Sapiens, De animales a dioses. Barcelona: Penguin Random House pp. 17-20.
Inicialmente había diversas especies humanas. Y durante mucho tiempo se pensó que los homínidos habían ido evolucionando y unas especies habían sustituido a las otras (modelo lineal). En realidad durante miles de años convivieron diversos tipos de humanos.
Los neandertales convivían con los sapiens.
Si queréis haceros una idea de cómo era, por ejemplo, la convivencia de los Sapiens con los Neandertales, nada tan recomendable como leeros la espléndida novela de Jean Marie Auel El clan del oso cavernario (1980).
O ver la estupenda película En busca del fuego de Jean Jacques Annaud (1981). Imprescindibles.
La pregunta es ¿Por qué los sapiens” acabaron imponiéndose a las otras especies de homínidos? Debéis partir de la base de que los primeros seres humanos no se consideraban nada especial, simplemente formaban parte del planeta al mismo título que las plantas, los otros animales, o las formaciones geológicas. Éramos un ser más en el Cosmos. Como los primeros seres humanos no se creían los reyes del mambo eran “animistas.” Creían que todos los fenómenos naturales, las plantas, los animales tenían Alma (ánima) o espíritu y que podían comunicarse con ellos.
“UN SER MÁS EN EL COSMOS
La mayoría de los expertos están de acuerdo en que las creencias animistas eran comunes entre los antiguos cazadores-recolectores. El animismo (del latín anima, «alma» o «espíritu») es la creencia de que casi todos los lugares, todos los animales, todas las plantas y todos los fenómenos naturales tienen conciencia y sentimientos, y pueden comunicarse directamente con los humanos. Así, los animistas pueden creer que la gran roca de la cumbre de la colina tiene deseos y necesidades. La roca puede enfadarse por alguna cosa que la gente hizo y alegrarse por alguna otra acción. La roca podría amonestar a la gente o pedirle favores. Los humanos, por su parte, pueden dirigirse a la roca, para apaciguarla o amenazarla. No solo la roca, sino también el roble del fondo del valle es un ser animado, y lo mismo el río que fluye bajo la colina, la fuente en el calvero del bosque, los matorrales que crecen a su alrededor, el sendero hasta el calvero y los ratones de campo, los lobos y los cuervos que allí beben. En el mundo animista, los objetos y los seres vivos no son los únicos seres animados. Hay asimismo entidades inmateriales: los espíritus de los muertos y seres amistosos y malévolos como los que en la actualidad llamamos demonios, hadas y ángeles.
Los animistas creen que no hay barreras entre los humanos y otros seres. Todos pueden comunicarse directamente mediante palabras, canciones, bailes y ceremonias. Un cazador puede dirigirse a un rebaño de ciervos y pedirle que uno de ellos se sacrifique. Si la caza tiene éxito, el cazador puede pedirle al animal muerto que lo perdone. Cuando alguien cae enfermo, el chamán puede contactar con el espíritu que produjo la enfermedad e intentar pacificarlo o asustarlo para que se vaya. Si es necesario, el chamán puede pedir ayuda a otros espíritus. Lo que caracteriza todos estos actos de comunicación es que las entidades a las que se invoca son seres locales. No son dioses universales, sino más bien un ciervo concreto, un árbol concreto, un río determinado, un espíritu particular.
De la misma manera que no hay barreras entre los humanos y otros seres, tampoco hay una jerarquía estricta. Las entidades no humanas no existen simplemente para satisfacer las necesidades de los hombres. Ni tampoco son dioses todopoderosos que gobiernan el mundo a su antojo. El mundo no gira alrededor de los humanos ni alrededor de ningún otro grupo concreto de seres […]
. "La evidencia antropológica y arqueológica indica la probabilidad de que los cazadores-recolectores arcaicos fueran animistas: creían que no había una separación esencial entre los humanos y los demás animales. El mundo (es decir, el valle en cuestión y las cordilleras que lo rodeaban) pertenecía a todos sus habitantes, y cada uno de ellos seguía un conjunto de reglas comunes. Dichas reglas implicaban una negociación incesante entre todos los interesados. La gente hablaba con los animales, los árboles y las piedras, así como con hadas, demonios y fantasmas. De esta red de comunicaciones surgían los valores y las normas que obligaban por igual a humanos, elefantes, robles y espectros”.
Y. N. Harari Sapiens pp. 71-72 y 91
En estas condiciones, aparentemente, nuestro destino era ser un ser más en la Tierra. Y sin embargo, a día de hoy hemos acabado dominando el Planeta. ¿Por qué? Porque nos convertimos en un “animal social”, hace aproximadamente unos 70.000 años.
4. Un Animal Social que acaba imponiéndose al entorno
¿Qué pasó para que los seres humanos, y más concretamente los “Sapiens”? se hicieran con el cotarro, desplazando a los demás homínidos e imponiéndose sobre las fuerzas de la naturaleza, las plantas o los demás animales? Hay dos tipos de razones como nos explica estupendamente Yuval Noah Harari en su libro revolucionario Sapiens: de animales a dioses. (2014).
El primer motivo de nuestra superioridad descansa en nuestros rasgos físicos, pues fue nuestra morfología como “sapiens” la que fue decisiva a la hora de potenciar que nos convirtiésemos en unos animales “superiores”:
"LAS BASES FÍSICAS DE NUESTRA "SUPERIORIDAD"
A pesar de sus muchas diferencias, todas las especies humanas comparten varias características distintivas. La más notable es que los humanos tienen un cerebro extraordinariamente grande en comparación con el de otros animales. Los mamíferos que pesan 60 kilogramos tienen en promedio un cerebro de 200 centímetros cúbicos. Los primeros hombres y mujeres, de hace 2,5 millones de años, tenían un cerebro de unos 600 centímetros cúbicos. Los sapiens modernos lucen un cerebro que tiene en promedio 1.200-1.400 centímetros cúbicos. El cerebro de los neandertales era aún mayor.
El hecho de que la evolución seleccionara a favor de cerebros mayores nos puede parecer, digamos, algo obvio. Estamos tan prendados de nuestra elevada inteligencia que asumimos que cuando se trata de potencia cerebral, más tiene que ser mejor. Pero si este fuera el caso, la familia de los felinos también habría engendrado gatos que podrían hacer cálculos. ¿Por qué es el género Homo el único de todo el reino animal que ha aparecido con estas enormes máquinas de pensar?
El hecho es que un cerebro colosal es un desgaste colosal en el cuerpo. No es fácil moverlo por ahí, en especial cuando está encerrado en un cráneo enorme. Es incluso más difícil de aprovisionar. En Homo sapiens, el cerebro supone el 2-3 por ciento del peso corporal total, pero consume el 25 por ciento de la energía corporal cuando el cuerpo está en reposo. En comparación, el cerebro de otros simios requiere solo el 8 por ciento de la energía en los momentos de reposo. Los humanos arcaicos pagaron por su gran cerebro de dos maneras. En primer lugar, pasaban más tiempo en busca de comida. En segundo lugar, sus músculos se atrofiaron. Al igual que un gobierno que reduce el presupuesto de defensa para aumentar el de educación, los humanos desviaron energía desde los bíceps a las neuronas. No es en absoluto una conclusión inevitable que esto sea una buena estrategia para sobrevivir en la sabana. Un chimpancé no puede ganar a Homo sapiens en una discusión, pero el simio puede despedazar al hombre como si fuera una muñeca de trapo.
Hoy en día nuestro gran cerebro nos compensa magníficamente, porque podemos producir automóviles y fusiles que nos permiten desplazarnos mucho más deprisa que los chimpancés y dispararles desde una distancia segura en lugar de pelear con ellos. Pero coches y armas son un fenómeno reciente. Durante más de dos millones de años, las redes neuronales humanas no cesaron de crecer, aunque dejando aparte algunos cuchillos de pedernal y palos aguzados, los humanos tenían muy poca cosa que mostrar. ¿Qué fue entonces lo que impulsó la evolución del enorme cerebro humano durante estos dos millones de años? Francamente, no lo sabemos.
Otro rasgo humano singular es que andamos erectos sobre dos piernas. Al ponerse de pie es más fácil examinar la sabana en busca de presas o de enemigos, y los brazos que son innecesarios para la locomoción quedan libres para otros propósitos, como lanzar piedras o hacer señales. Cuantas más cosas podían hacer con las manos, más éxito tenían sus dueños, de modo que la presión evolutiva produjo una concentración creciente de nervios y de músculos finamente ajustados en las palmas y los dedos. Como resultado, los humanos pueden realizar tareas muy intrincadas con las manos. En particular, puede producir y usar utensilios sofisticados. Los primeros indicios de producción de utensilios datan de hace unos 2,5 millones de años, y la fabricación y uso de útiles son los criterios por los que los arqueólogos reconocen a los humanos antiguos.
Pero andar erguido tiene su lado negativo. El esqueleto de nuestros antepasados primates se desarrolló durante millones de años para sostener a un animal que andaba a cuatro patas y tenía una cabeza relativamente pequeña. Adaptarse a una posición erguida era todo un reto, especialmente cuando el andamiaje tenía que soportar un cráneo muy grande. La humanidad pagó por su visión descollante y por sus manos industriosas con dolores de espalda y tortícolis.
Las mujeres pagaron más. Una andadura erecta requería caderas más estrechas, lo que redujo el canal del parto, y ello precisamente cuando la cabeza de los bebés se estaba haciendo cada vez mayor. La muerte en el parto se convirtió en un riesgo importante para las hembras humanas. A las mujeres que parían antes, cuando el cerebro y la cabeza del niño eran todavía relativamente pequeños y flexibles, les fue mejor y vivieron para tener más hijos. Por consiguiente, la selección natural favoreció los nacimientos más tempranos. Y, en efecto, en comparación con otros animales, los humanos nacen prematuramente, cuando muchos de sus sistemas vitales están todavía subdesarrollados. Un potro puede trotar poco después de nacer; un gatito se separa de la madre para ir a buscar comida por su cuenta cuando tiene apenas unas pocas semanas de vida. Los bebés humanos son desvalidos, y dependientes durante muchos años para su sustento, protección y educación.
Este hecho ha contribuido enormemente tanto a las extraordinarias capacidades sociales de la humanidad como a sus problemas sociales únicos. Las madres solitarias apenas podían conseguir suficiente comida para su prole y para ellas al llevar consigo niños necesitados. Criar a los niños requería la ayuda constante de otros miembros de la familia y los vecinos. Para criar a un humano hace falta una tribu. Así, la evolución favoreció a los que eran capaces de crear lazos sociales fuertes. Además, y puesto que los humanos nacen subdesarrollados, pueden ser educados y socializados en una medida mucho mayor que cualquier otro animal. La mayoría de los mamíferos surgen del seno materno como los cacharros de alfarería vidriada salen del horno de cochura: cualquier intento de moldearlos de nuevo los romperá. Los humanos salen del seno materno como el vidrio fundido sale del horno. Pueden ser retorcidos, estirados y modelados con un sorprendente grado de libertad. Esta es la razón por la que en la actualidad podemos educar a nuestros hijos para que se conviertan en cristianos o budistas, capitalistas o socialistas, belicosos o pacifistas".
Y. N. Harari Sapiens cit. pp. 20-23
El segundo motivo de nuestra superioridad no fue físico sino “mental” y concretamente fue el producto de lo que Harari llama la Revolución cognitiva que nos permitió a los sapiens pensar de una forma distinta que el resto de los seres vivos, y comunicarnos entre nosotros empleando un lenguaje totalmente nuevo que amplió exponencialmente nuestra capacidad cognitiva y nos permitió comprender el mundo mejor que los demás seres vivos.
LA REVOLUCIÓN COGNITIVA
La aparición de nuevas maneras de pensar y comunicarse, hace entre 70.000 y 30.000 años, constituye la revolución cognitiva. ¿Qué la causó? No estamos seguros. La teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de maneras sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo. Podemos llamarla la mutación del árbol del saber. ¿Por qué tuvo lugar en el ADN de los sapiens y no en el de los neandertales? Fue algo totalmente aleatorio, hasta donde podemos decir. Pero es más importante comprender las consecuencias de la mutación del árbol del saber que sus causas. ¿Qué es lo que tenía de tan especial el nuevo lenguaje de los sapiens que nos permitió conquistar el mundo?
No era el primer lenguaje. Cada animal tiene algún tipo de lenguaje. Incluso los insectos, como las abejas y las hormigas, saben cómo comunicarse de maneras complejas, y los individuos se informan unos a otros de la localización del alimento. Tampoco era el primer lenguaje vocal. Muchos animales, entre ellos todas las especies de monos y simios, tienen lenguajes vocales. Por ejemplo, los monos verdes emplean llamadas de varios tipos para comunicarse. Los zoólogos han distinguido una llamada que significa: «¡Cuidado! ¡Un águila!». Otra algo diferente advierte: «¡Cuidado! ¡Un león!». Cuando los investigadores reprodujeron una grabación de la primera llamada a un grupo de monos, estos dejaron lo que estaban haciendo y miraron hacia arriba espantados. Cuando el mismo grupo escuchó una grabación de la segunda llamada, el aviso del león, rápidamente treparon a un árbol. Los sapiens pueden producir muchos más sonidos distintos que los monos verdes, pero ballenas y elefantes poseen capacidades igualmente impresionantes. Un loro puede decir todo lo que Albert Einstein pudiera decir, y además imitar los sonidos de teléfonos que suenan, puertas que se cierran de golpe y sirenas que aúllan. Cualquiera que fuera la ventaja que Einstein tenía sobre un loro, no era vocal. ¿Qué es, pues, lo que tiene de tan especial nuestro lenguaje?
La respuesta más común es que nuestro lenguaje es asombrosamente flexible. Podemos combinar un número limitado de sonidos y señales para producir un número infinito de frases, cada una con un significado distinto. Por ello podemos absorber, almacenar y comunicar una cantidad de información prodigiosa acerca del mundo que nos rodea. Un mono verde puede gritar a sus camaradas: «¡Cuidado! ¡Un león!». Pero una humana moderna puede decirles a sus compañeras que esta mañana, cerca del recodo del río, ha visto un león que seguía a un rebaño de bisontes. Después puede describir la localización exacta, incluidas las diferentes sendas que conducen al lugar. Con esta información, los miembros de su cuadrilla pueden deliberar y discutir si deben acercarse al río con el fin de ahuyentar al león y cazar a los bisontes.
Una segunda teoría plantea que nuestro lenguaje único evolucionó como un medio de compartir información sobre el mundo. Pero la información más importante que era necesaria transmitir era acerca de los humanos, no acerca de los leones y los bisontes. Nuestro lenguaje evolucionó como una variante de chismorreo. Según esta teoría, Homo sapiens es ante todo un animal social. La cooperación social es nuestra clave para la supervivencia y la reproducción. No basta con que algunos hombres y mujeres sepan el paradero de los leones y los bisontes. Para ellos es mucho más importante saber quién de su tropilla odia a quién, quién duerme con quién, quién es honesto y quién es un tramposo.
La cantidad de información que se debe obtener y almacenar con el fin de seguir las relaciones siempre cambiantes de unas pocas decenas de individuos es apabullante. (En una cuadrilla de 50 individuos, hay 1.225 relaciones de uno a uno, e incontables combinaciones sociales complejas más.) Todos los simios muestran un fuerte interés por esta información social, pero tienen dificultades en chismorrear de manera efectiva. Probablemente, los neandertales y los Homo sapiens arcaicos también tenían dificultades para hablar unos a espaldas de los otros, una capacidad muy perniciosa que en realidad es esencial para la cooperación en gran número. Las nuevas capacidades lingüísticas que los sapiens modernos adquirieron hace unos 70.000 años les permitieron chismorrear durante horas. La información fiable acerca de en quién se podía confiar significaba que las cuadrillas pequeñas podían expandirse en cuadrillas mayores, y los sapiens pudieron desarrollar tipos de cooperación más estrecha y refinada.
La teoría del chismorreo puede parecer una broma, pero hay numerosos estudios que la respaldan. Incluso hoy en día la inmensa mayoría de la comunicación humana (ya sea en forma de mensajes de correo electrónico, de llamadas telefónicas o de columnas de periódicos) es chismorreo. Es algo que nos resulta tan natural que parece como si nuestro lenguaje hubiera evolucionado para este único propósito. ¿Acaso cree el lector que los profesores de historia charlan sobre las razones de la Primera Guerra Mundial cuando se reúnen para almorzar, o que los físicos nucleares pasan las pausas para el café de los congresos científicos hablando de los quarks? A veces. Pero, con más frecuencia, hablan de la profesora que pilló a su marido mientras la engañaba, o de la pugna entre el jefe del departamento y el decano, o de los rumores según los cuales un colega utilizó sus fondos de investigación para comprarse un Lexus. El chismorreo se suele centrar en fechorías. Los chismosos son el cuarto poder original, periodistas que informan a la sociedad y de esta manera la protegen de tramposos y gorrones.
Lo más probable es que tanto la teoría del chismorreo como la teoría de «hay un león junto al río» sean válidas".
Y. N. Harari Sapiens cit. pp. 35-37.
Lo más interesante es que los sapiens, no solo lograron describir y transmitir sus experiencias sobre el medio en el que vivían de una forma más descriptiva y eficaz, sino que desarrollaron un nuevo producto del intelecto: la imaginación. Los sapiens lograron inventar “mitos” y “narrativas” que les permitieron formar grupos cada vez mayores de individuos. Fue el paso de la realidad a la ficción.
Para que os hagáis una idea: el Estado es una ficción, que en el caso de un país como España nos permite convivir a 47 millones de personas con unos parámetros mentales determinados.
También es una ficción un equipo de fútbol como el Real Madrid, o una empresa como Google. Todo ello son ficciones que existen en nuestra imaginación.
Hay elementos reales de estas ficciones, como el edificio de la Presidencia del gobierno, el Estadio Santiago Bernabeu, la sede de Google en Mountain View (Silicon Valley, California), como también lo son sus símbolos: el escudo de España, el del Real Madrid o el logotipo de Google. Pero estos símbolos son mucho más que estos elementos materiales. Y nos permiten agruparnos en torno a ese mito, a esa idea (el patriotismo, el ser forofo blanco, recurrir a “googlear” para recabar cualquier información. Gracias a nuestra imaginación los sapiens podemos crear mitos que nos permiten “cooperar flexiblemente en gran número”.
Como consecuencia de la “Revolución cognitiva” los sapiens no solo aprendieron a organizarse en grupos cada vez mayores, lo que les permitió imponerse al entorno en virtud del principio “la unión hace la fuerza”, sino que lograron superar la “ley de genoma”. El comportamiento de un ser vivo depende de sus “genes” de la composición de su ADN que tiende a adaptarse a los factores ambientales y al entorno para favorecer la supervivencia de la especie. Los sapiens gracias a su lenguaje flexible, a su capacidad de imaginar ficciones que les permitían convivir en mayor número. Por eso acabaron imponiéndose a los neandertales.
LA POSIBILIDAD DE COOPERAR EN GRAN NÚMERO ES LA ESENCIA DE LO HUMANO
"En condiciones naturales, una tropilla de chimpancés consta de unos 20-50 individuos. Cuando el número de chimpancés en una tropilla aumenta, el orden social se desestabiliza, lo que finalmente lleva a una ruptura y a la formación de una nueva tropilla por parte de algunos de los animales. Solo en contadas ocasiones los zoólogos han observado grupos de más de 100 individuos. Los grupos separados rara vez cooperan, y tienden a competir por el territorio y el alimento. Los investigadores han documentado contiendas prolongadas entre grupos, e incluso un caso de «genocidio» en el que una tropilla masacró sistemáticamente a la mayoría de los miembros de una banda vecina.
Probablemente, patrones similares dominaron la vida social de los primeros humanos, entre ellos los Homo sapiens arcaicos. Los humanos, como los chimpancés, tienen instintos sociales que permitieron a nuestros antepasados formar amistades y jerarquías, y cazar o luchar juntos. Sin embargo, como los instintos sociales de los chimpancés, los de los humanos estaban adaptados solo a grupos pequeños e íntimos. Cuando el grupo se hacía demasiado grande, su orden social se desestabilizaba y la banda se dividía. Aun en el caso de que un valle particularmente fértil pudiera alimentar a 500 sapiens arcaicos, no había manera de que tantos extraños pudieran vivir juntos. ¿Cómo podían ponerse de acuerdo en quién sería el líder, quién debería cazar aquí, o quién debería aparearse con quién?
Como consecuencia de la revolución cognitiva, el chismorreo ayudó a Homo sapiens a formar bandas mayores y más estables. Pero incluso el chismorreo tiene sus límites. La investigación sociológica ha demostrado que el máximo tamaño «natural» de un grupo unido por el chismorreo es de unos 150 individuos. La mayoría de las personas no pueden conocer íntimamente a más de 150 seres humanos, ni chismorrear efectivamente con ellos.
En la actualidad, un umbral crítico en las organizaciones humanas se encuentra en algún punto alrededor de este número mágico. Por debajo de dicho umbral, comunidades, negocios, redes sociales y unidades militares pueden mantenerse basándose principalmente en el conocimiento íntimo y en la actividad de los chismosos. No hay necesidad de rangos formales, títulos ni libros de leyes para mantener el orden. Un pelotón de 30 soldados, e incluso una compañía de 100 soldados, pueden funcionar bien sobre la base de unas relaciones íntimas, con un mínimo de disciplina formal. Un sargento muy respetado puede convertirse en el «rey de la compañía» y ejercer su autoridad incluso sobre los oficiales de grado. Un pequeño negocio familiar puede subsistir y medrar sin una junta directiva, un director ejecutivo o un departamento de contabilidad.
Pero una vez que se cruza el umbral de los 150 individuos, las cosas ya no pueden funcionar de esta manera. No se puede hacer funcionar una división con miles de soldados de la misma manera que un pelotón. Los negocios familiares de éxito suelen entrar en crisis cuando crecen y emplean a más personal. Si no se pueden reinventar, van a la quiebra.
¿Cómo consiguió Homo sapiens cruzar este umbral crítico, y acabar fundando ciudades que contenían decenas de miles de habitantes e imperios que gobernaban a cientos de millones de personas? El secreto fue seguramente la aparición de la ficción. Un gran número de extraños pueden cooperar con éxito si creen en mitos comunes.
Cualquier cooperación humana a gran escala (ya sea un Estado moderno, una iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está establecida sobre mitos comunes que solo existen en la imaginación colectiva de la gente. Las iglesias se basan en mitos religiosos comunes. Dos católicos que no se conozcan de nada pueden, no obstante, participar juntos en una cruzada o aportar fondos para construir un hospital, porque ambos creen que Dios se hizo carne humana y accedió a ser crucificado para redimir nuestros pecados. Los estados se fundamentan en mitos nacionales comunes. Dos serbios que nunca se hayan visto antes pueden arriesgar su vida para salvar el uno al otro porque ambos creen en la existencia de la nación serbia, en la patria serbia y en la bandera serbia. Los sistemas judiciales se sostienen sobre mitos legales comunes. Sin embargo, dos abogados que no se conocen de nada pueden combinar sus esfuerzos para defender a un completo extraño porque todos creen en la existencia de leyes, justicia, derechos humanos… y en el dinero que se desembolsa en sus honorarios.
Y, no obstante, ninguna de estas cosas existe fuera de los relatos que la gente se inventa y se cuentan unos a otros. No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos.
La gente entiende fácilmente que los «primitivos» cimenten su orden social mediante creencias en fantasmas y espíritus, y que se reúnan cada luna llena para bailar juntos alrededor de una hoguera. Lo que no conseguimos apreciar es que nuestras instituciones modernas funcionan exactamente sobre la misma base. Tomemos por ejemplo el mundo de las compañías de negocios. Los hombres y las mujeres de negocios y los abogados modernos son, en realidad, poderosos hechiceros. La principal diferencia entre ellos y los chamanes tribales es que los abogados modernos cuentan relatos mucho más extraños."
Y. N. Harari Sapiens cit. pp. 39-42.
5. Aparece el “Derecho”
Si la cooperación en grandes números es la base de nuestro dominio del planeta, está claro que la premisa para seguir mandando es que no nos peleemos entre nosotros, ya que los enfrentamientos pueden fácilmente degenerar en conflictos y estos en “guerras”. Y la guerra es la exterminación del grupo, el fin de la convivencia.
Conscientes de ello, los sapiens desde los orígenes de nuestra especie desarrollamos una serie de mecanismos para evitar que los inevitables conflictos entre los miembros del grupo degenerasen y llegaran a poner en peligro la cooperación entre ellos. Estos mecanismos son el origen del DERECHO.
Por eso puede decirse que la Historia de la Humanidad es en gran medida la Historia del Derecho. Es lo que vamos a ver a partir de la próxima entrada en la que analizaremos la Primera temporada del Tratado de Derecho Pop: “Un animal social… Y jurídico”, que comprende dos episodios: 1. El animal que conquistó el mundo (pgs. 41-49), y 2. “Ubi societas ibi ius” (pgs. 51-62).
6. Ejercicios.
a) CONCEPTOS:
Homínido. Animismo. Teoría del evolucionismo. Modelo lineal de evolución de las especies. Revolución cognitiva. ADN. Genoma. Teoría de “Hay un león en el río”. Teoría del chismorreo.
b) PREGUNTAS:
1. ¿Qué sentido tiene el trabajo de historiador según Yuval Noah Harari?
2. Cita al menos cinco especies diversas de homínidos.
3. Explica por qué, según Y. N. Harari, el modelo lineal de evolución de las especies es una falacia.
4. ¿Cuáles son los dos factores “físicos” que explican la “superioridad” de los Sapiens sobre las demás especies animales. Piensa en cuáles son las consecuencias de tener un gran cerebro y de ser bípedos erectos? Distingue las ventajas y los inconvenientes.
5. ¿Por qué el hecho de que la gestación humana sea considerablemente corta y nazcamos prematuramente favorece, según Harari, nuestra “sociabilidad”?
6. ¿Por qué el lenguaje de los humanos es tan especial? ¿Qué consecuencias cognitivas tiene esta peculiaridad en el desarrollo de la especie “sapiens”. Parte de la Teoría de “hay un león en el río”.
7. ¿Cuál es la relación, según Harari, entre nuestra capacidad de imaginar e inventar “mitos” y nuestra capacidad de “cooperar” en grandes grupos? Haz una relación de un mínimo de 5 mitos o narrativas ficticias que permiten a los humanos cooperar en grandes números. No vale los que aparecen en el texto.
8. ¿Qué significa que los animales están sometidos a la ley del genoma? ¿Por qué los sapiens somos capaces de evolucionar sobrepasando la ley del genoma? ¿Qué consecuencias tiene esto sobre la especie humana?
c) EJE DE ABCISAS:
Tras la lectura del texto que aparece a continuación os voy a pedir que en vuestro Cuaderno de clase hagáis un “Eje cronológico”. Trazad una línea que represente los 365 días del año. Luego marca el 1 de enero con la fecha de la formación de la Tierra y el 31 de diciembre el año 2021. Sitúa luego las fechas que aparecen en la Cronología de la Historia de la Humanidad y las de la Historia de España, antes de la Revolución agrícola.
LA PROTOHISTORIA.
"Eugenio d’Ors llamaba Protohistoria a lo que, en general, se llama Prehistoria e incluía en la denominación todo aquello que sucedió en el mundo antes de los primeros testimonios escritos.
Hace dos mil millones de años -2.000.000.000-, ¡casi nada!, que se calcula que empezó la formación de la Tierra. Es lo que se llama el período Precámbrico que llega hasta 540 millones de años a. de J.C.
De los 540 millones hasta 150 millones antes de nuestra era se desarrolla el Paleozoico o Primario, dividido en las épocas Cámbrica, Silúrica, Devoniana, Carbonífera y Pérmica.
De los citados 150 millones hasta 70 millones se cuentan las épocas Triásica, Jurásica y Cretácica, que constituyen el período Mesozoico o Secundario.
De los 70 millones al millón de años de nuestra era, y pido perdón por lo aburrido de mi exposición, se habla de épocas Eocena, Oligocena, Miocena y Pliocena, que se engloban en el período Cenozoico o Terciario.
Y sigamos con nombres raros. Un millón de años a. de J.C. se inaugura la Era de las Glaciaciones, que dura hasta 10.000 años –aproximadamente- antes de nuestra era y desde este momento hasta nuestros días la época de los aluviones. Ambas configuran el llamado período Pleistoceno o Cuaternario.
Para que nos demos cuenta de lo que todo ello significa imaginemos por un momento que el origen de la Tierra se sitúa en un 1 de enero. Pues bien, la era Primaria se iniciaría a primeros de septiembre, los primeros peces, que aparecen en el Silúrico, lo harían a finales de octubre. Los mamíferos, correspondientes al período Jurásico, a finales de noviembre. El primer homínido –el australopiteco- el 31 de diciembre a las once y media de la noche. Y nosotros viviríamos poco más o menos a las 11 de la noche, 58 minutos, del mismo 31 de diciembre.
Es decir, que llevamos –el género humano lleva- unos 30 minutos de existencia en este imaginario año de la Creación.
¡30 minutos!, ¡media hora! De los 522.000 minutos de existencia del mundo –contados al buen tuntún y sin tener en cuenta los años bisiestos-, la raza humana hace 30 minutos que vive en esta tierra.
De los 31.320.000 segundos que cuenta el año nosotros, los hombres, llevamos existiendo solo 1800.
Entonces usted y yo, ¿cuántas milésimas de segundo hace que vivimos? Más vale no contarlo, no vale la pena, usted y yo no somos nada, no somos nadie.
¡Y lo que creemos ser! Meditemos un poco".
Carlos Fisas (2008) . Historias de la Historia. Primera serie. Madrid: Círculo de lectores.









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