Después de seis años de interrupción por, motivos diversos, recupero esta plataforma para uso docente.
Tras un año sabático donde he sido profesor e investigador invitado en Albuquerque en la School of Law de la University of New Mexico, el Saint Johns College de Santa Fé, la Faculty of Law de la Universidad de McGill en Montreal y en la Shanghai University, regreso a la universidad española con ganas de "enseñar" y de "aprender", más convencido que nunca de que el desbarajuste mundial solo "podría" encarrilarse si volviéramos a tomarnos en serio la educación.
Después de estar en universidades de todo el mundo he llegado a la conclusión de que solo en algunas instituciones, algunos profesores y algunos alumnos se toman en serio la tarea de tratar de comprender el mundo que nos ha tocado vivir. Y en este sentido la universidad española no es mejor ni peor que las mejores universidades del mundo. Lo que si tiene es menos recursos económicos. Pero para enseñar y aprender de verdad es más importante la motivación que el dinero.
Recuperar la enseñanza no se trata de un ejercicio retórico, sino de algo muy acuciante pues nos va en ello sobrevivir como seres humanos en este planeta. Por eso hay que acabar con el "paripé" educativo. "Paripé" es una palabra de origen gitano "caló" -paruipén" que significa "cambio o trueque", en clara referencia a que te dan gato por liebre. El acto educativo se ha convertido en una simulación fingida, hipócrita, donde se aparenta pero no hay nada debajo de lo aparente. Los escándalos sobre másteres ficticios, y tesis doctorales plagiadas, están a la orden del día. Los títulos se compran, con dinero, con favores. Pero son un paripé. Trueque de apariencia para medrar sin esfuerzo ni mérito, y lo peor, sin haber aprendido nada.
El resultado es desolador como describe apocalípticamente el profesor catalán de instituto Andreu Navarra en un libro que acaba de publicar con el terrible título Devaluación continua (2019) Barcelona : Tusquets. A continuación os transcribo la reseña aparecida ayer en El mundo sobre el libro:
Andreu Navarra, profesor:
"La educación actual ha convertido al docente en un monitor de tiempo
libre"
Historiador, escritor y profesor interino de Lengua
y Literatura Castellana en Barcelona, critica la "pedagogía
facilista" y la deriva hacia "la sociedad de la imbecilidad" del
sistema educativo en su libro 'Devaluación
continua' (2019) Barcelona: Tusquets Editores S.A.
El autor de 'Devaluación continua', Andreu Navarra (Barcelona, 1981) estaba un día en su casa
corrigiendo los exámenes de sus alumnos de 14 años cuando se le acercó su hijo.
«¿Esto explicas, papi? Pero si es lo que yo hago en clase», le hizo ver el
sorprendido crío, que sólo tiene nueve años. «Mi hijo no exagera. Puedo
confirmar lo que dice porque conozco lo que hace en clase; si les pongo sus
mismos ejercicios a estudiantes de la ESO, muchos suspenden», asegura este
historiador, escritor y profesor interino de Lengua y Literatura Castellana al
que este año le ha tocado dar clase en un instituto a 40 kilómetros de
Barcelona.
En los próximos días
saldrá a la venta el libro de Navarra, Devaluación continua (Tusquets),
en el que describe con crudeza lo que ha conocido durante los seis años que
lleva dando clase en Secundaria. Alumnos de Bachillerato que confundían los
océanos con los continentes en el mapamundi, creyendo que la tierra era la
mancha azul y que el mar era la marrón; adolescentes a las puertas de
la Selectividad que no saben el nombre de los ríos que pasan por su ciudad o
que sitúan Madrid en el centro de un mapa de Cataluña; chicos y chicas en
la pubertad que no distinguen un triángulo de un rombo o no saben hacer una
simple división de calorías.
Tuvo a una estudiante,
que iba con una bandera independentista a clase, que no le supo explicar quién
era Lluís Companys. En el debate existente sobre si la escuela actual es o no
demasiado laxa, su sensación a partir de sus experiencias profesionales
es que el nivel de los institutos españoles deja mucho que desear. Llega a
decir que hay alumnos de Bachillerato «que no entienden lo que dicen los libros
de texto» y que hay estudiantes de esta etapa «a los que le cuesta redactar
textos de más de tres líneas».
No estamos creando ciudadanos ilustrados, sino chicos que se vienen abajo
por un mal examen o por tener que memorizar tres páginas.
«Estamos egresando analfabetos, un ciberproletariado sin los niveles
mínimos para trabajar ni moverse por el mundo», expresa durante su entrevista a PAPEL este hijo de
padres profesores criado en un barrio obrero que admira a Gregorio Luri y a la
educadora sueca Inger Enkvist. «No estamos creando ciudadanos ilustrados, sino
chicos y chicas muy vulnerables que se vienen abajo por un mal examen o
por tener que memorizar tres páginas. ¿Cómo vamos a pretender que más
adelante se enfrenten a un divorcio, o a la paternidad, o a un problema de
salud?»
Su tesis es que «la ESO se ha
convertido en lo que antes era la Primaria». ¿Por qué? «Porque la atención
de los adolescentes pasa a estar secuestrada por el mundo virtual y eso hace
que muchos no estén aquí, sino allí, pensando en los likes. Cuando
se les compra un móvil, automáticamente dejan de leer. Los institutos no
pueden competir con el mundo virtual porque a muchos alumnos no les importa su
futuro, sólo les importa su presente en las redes», responde. Eso es culpa del
sistema, de esa «sociedad de la imbecilidad» que desdeña el pensamiento
ilustrado, las Humanidades y la reflexión y potencia a los youtubers y
a los influencers.
Pero, avisa Navarra, la escuela postmoderna
también «reproduce esos hábitos de consumo y prescinde de los hábitos
académicos». El llamado modelo comprensivo fomenta, en sus
palabras, «un sistema injusto» donde «los profesores tienen la función de
trabajadores sociales» y donde «al peor alumno se le dedica la mayor cantidad
de tiempo y atención». «Se presiona para que la escuela sea un lugar
para la felicidad inmediata. La educación actual ha convertido al docente en un
animador de hotel, en un monitor de tiempo libre. La tendencia es a
convertir los centros académicos en centros de ocio. No estamos creando
ciudadanos que participen en un proyecto responsable, los estamos obligando a
pasar el rato», denuncia.
Relata que la «pedagogía facilista»
presiona para que no se exija mucho a los alumnos, para que se desdeñen las
notas y para que se facilite la promoción automática. «La infantilización
ambiental ha iniciado el abordaje de las instituciones académicas», donde los
críos se pasan el día haciendo actividades. También lo sufren los
profesores, a los que durante su formación se les aplica la misma pedagogía
comprensiva, con fichas, cuadros explicativos y colorines «que parecen de
parvulario». Afirma que, como hay tantos alumnos que no hacen nada y tienen que
permanecer en clase de forma obligatoria hasta los 16 años, se pone a los
profesores a entretener a todos, igualando el nivel por abajo.
El libro trata de explicar el estado de ánimo
de una parte del profesorado, ésa que siente que tiene que pedir perdón
por intentar formar a los alumnos en conocimientos concretos y defender la
importancia de la memoria -«Nuestro ser está hecho de memoria, sin
datos no hay pensamiento posible»-, que vive desbordada por la burocracia y la
Nueva Pedagogía.
Navarra habla de una jefa de departamento, una
docente curtida que había enviado a la universidad a decenas de chicos del
suburbio, que un día se le puso a llorar de forma desconsolada mientras
corregía exámenes de 2º de Bachillerato. Se dio cuenta de que ninguno de estos
alumnos llegaría a completar el curso. «Ella, que se había formado con el
objetivo de transmitir unos conocimientos que pudieran proporcionar un salto
social a los alumnos, se daba cuenta de que ahí no había nada. de que era una
estación final. Era la constatación de que una generación no podría
pasar a la Selectividad».
«La escuela ha dejado de ser un ascensor
social», sostiene Navarra. Relata que en un colegio privado donde trabajó le
hicieron aprobar a un estudiante de Bachillerato. La dirección le cambió la
nota a pesar de que el alumno «no sabía ni interpretar cuatro líneas». Tres o cuatro
años después se lo encontró trabajando en un tren y el chico le dijo que había
intentado hacer la carrera de Derecho, pero no había podido terminarla ni salir
adelante.
Olga R. Sanmartín
El mundo de 9 de septiembre de 2019
[Última consulta septiembre de 2019]
Lo realmente preocupante es que la literatura sobre el hundimiento de la enseñanza -no me atrevo a hablar de educación- es cada vez más abundante, señal de que el tema va a peor...
¿Las causas de este drama que puede acabar con el mundo? Son varias. Para Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950) los culpables son los pseudo-pedagogos que impusieron su dictadura en los ministerios de educación tras la "revolución" de mayo del 68 y que han sumido en el desconcierto educativo al mundo que antes llamábamos "civilizado". Medio siglo de marasmo del que solo está empezando a salir en Francia gracias a las reformas de sentido común del actual ministro de educación Jean Michel Blanquer.
Las obras más destacadas de Ricardo Moreno Castillo , autor que por mérito propio y su pugnacidad se ha convertido en este campo en referencia, son, para que os hagáis una idea :
Panfleto antipedagógico con prólogo de Fernando Savater. (2006) Barcelona: El lector universal. Hay pdf con acceso libre sin copyright:
De la buena y la mala educación: reflexiones sobre la crisis de la enseñanza, con prólogo de Eduardo Mendoza 2008. Barcelona : Los libros del lince.
La conjura de los ignorantes. De como los pedagogos han destruido la enseñanza (2016) Madrid: Pasos perdidos
El resultado del desastre ha sido analizado por Alberto Royo en (2016) Contra la nueva educación. Por una educación centrada en el conocimiento Prólogo de Antonio Muñoz Molina. También por Alicia Delibes Liniers (2013) La Gran estafa. El secuestro del sentido común en la educación. Ediciones alegoría.
¿Las causas del desastre? ¿Por que un pueblo instruido es un pueblo ingobernable? como decía el fundador de la Tercera República francesa Adolphe Thiers (1797-1877). Es lo que sugieren Pilar Carrera Santa Fe y Eduardo Luque Guerrero en (2016) Nos quieren más tontos: la escuela según la economía neoliberal Barcelona: Intervención cultural ediciones.
Y por lo que se refiere al traslado del "paripé" al mundo universitario es imprescindible el libro Libero Zuppiroli (2012) La burbuja universitaria ¿Hay que perseguir el sueño americano? madrid: Dykinson.
En cualquier caso y para que empecéis a situaros es realmente importante que tengáis en cuenta que a la universidad no se va para conseguir un trabajo. Entre otras cosas porque el esquema de 20 años de estudio y 40 de trabajo está desapareciendo como consecuencia de la revolución tecnológica. Porque las máquinas van comiéndonos el terreno inexorablemente y nos obligan a re-inventarnos cada tres años. Porque en el mejor de los casos hay que proteger al trabajador ya que no pueden protegerse los puestos de trabajo. Leeros el siguiente texto de Yuval Noah Harari extraído de su último libro 21 lecciones para el siglo XXI: 2018: Barcelona: Penguin Random House:
"...ningún empleo humano que quede estará jamás a salvo de la
amenaza de la automatización futura, porque el aprendizaje automático y la
robótica continuarán mejorando. Una cajera de Walmart de cuarenta años que se
quede sin empleo y que con esfuerzos sobrehumanos consiga reinventarse como
piloto de drones podría tener que reinventarse de nuevo diez años después,
porque entonces quizá el vuelo de los drones también se habrá automatizado.
Semejante inestabilidad hará asimismo que sea más difícil organizar sindicatos
o conseguir derechos laborales. Ya en la actualidad, muchos empleos nuevos en
economías avanzadas implican trabajo temporal no protegido, trabajadores
autónomos y trabajo ocasional.[16] ¿Cómo se sindicaliza una profesión que surge
de pronto y desaparece al cabo de una década? […]
En consecuencia, crear nuevos empleos y volver a formar a
personas para que los ocupen no será el único esfuerzo. La revolución de IA no
será un único punto de inflexión crucial después del cual el mercado laboral
alcanzará un nuevo equilibrio. Más bien será una cascada de disrupciones cada
vez mayores. Hoy ya son pocos los empleados que esperan ocupar el mismo empleo
toda la vida.[20] En 2050, no solo la idea de «un trabajo para toda la vida»,
sino también la idea misma de «una profesión para toda la vida» podrían parecer
antediluvianas.
Incluso si fuéramos capaces de inventar constantemente empleos
nuevos y de volver a formar la fuerza laboral, ¿tendría el humano medio la
resistencia emocional necesaria para llevar una vida de tantos y tan incesantes
trastornos? El cambio es siempre estresante, y el mundo frenético de principios
del siglo XXI ha producido una epidemia global de estrés.[21] A medida que
aumente la volatilidad del mercado laboral y de las carreras individuales,
¿será capaz la gente de sobrellevarlo? Probablemente necesitaremos técnicas de
reducción del estrés más efectivas (desde los fármacos a la meditación, pasando
por la neurorretroalimentación) para impedir que la mente de los sapiens se
quiebre. Hacia 2050 podría surgir una clase «inútil» debido no simplemente a
una falta absoluta de trabajo o a una falta de educación pertinente, sino
también a una resistencia mental insuficiente.
Moraleja: este blog iniciado hace casi una década sigue teniendo más sentido que nunca. No se trata de aprobar sino de aprender. Solo si volvemos a aprender, es decir a entender el mundo en el que vivimos, sobreviviremos.